La muerte es dolorosa en todas las etapas de la vida.
Bien lo sabemos: nacemos, vivimos, y luego morimos. Es la Ley de la Vida.
El tema es que cuando esta ley se aplica cuando somos jóvenes, habiendo vivido poco, o quizá mucho, es incomprensible y triste.
Hoy me entero que hace algunos días falleció un compañero de la facultad. No éramos amigos, sólo compañeros. Compartíamos pocas clases, nomás...
Yo sé que a veces soy una persona inaccesible, no por mala, sino por vergonzosa. Tengo cara de seria, y suelo dar la sensación de ser muy mala onda. Pero sólo lo hago porque soy miedosa...
Recuerdo casi todas las veces que me crucé con este chico, y cada vez que en mi mente lo veo, me está sonriendo, o saludándome con una risa, un comentario al paso, o una mano en las clases. Sólo lo puedo recordar alegre.
Pienso que si a mí me causa tanta pena saber que no me va a saludar más, y que sólo lo conocí como compañero; la angustia de aquellos que lo conocieron como amigo, como hermano, como hijo, como compañero de vida...
Entonces yo te digo, Andrés: gracias por todas tus sonrisas. De verdad.
Un beso, un abrazo, un gusto compartir con vos. Nos vemos.